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miércoles, 9 de marzo de 2011

Rompiendo el Cielo - Capítulo 1: El Escape

Podía oírla respirar con dificultad. Lo más probables es que fuese culpa del cansancio, y no era para menos ya que llevábamos corriendo cerca de cuarentaicinco minutos, solo deteniéndonos por un par de minutos, ya que no sabíamos si nos seguían.

-¿Cuánto falta para llegar a tu auto? –me preguntó tratando de hacer el menor ruido posible y intentando regular su respiración, ya que parecía que el corazón le iba a estallar en cualquier momento.

-No lo sé. –le respondí mientras intentaba recordar el camino por el cual había llegado hasta la casa donde la tenían escondida. –Creo que es hacia el sur, pero no estoy seguro.

-¿Crees que alguno ha sobrevivido y que nos sigue? –Me preguntó, y se le podía notar el temor con el cual realizó la pregunta, el que se debía a que no podía evitar recordar el dolor que le hicieron sentir durante las innumerables horas en que fue torturada por esas cosas.

-No podría saberlo, ya que todo sucedió muy rápido, y preferiría no correr riesgo alguno, por lo menos no hasta que hayamos podido atender de manera apropiada tus heridas.

Mi respuesta la llevo a que se revisara los vendajes en los brazos y piernas que le había hecho rápidamente, luego de haberla soltado de las amarras en que la tenían. No se veían mal, pero no sabía cuánto tiempo pasaría antes de poder desinfectarlas y vendarlas nuevamente.

Habíamos descansado unos buenos cinco minutos por lo que le señalé que debíamos reanudar la marcha en dirección al sur. Ella me dedicó una sonrisa amable y trató de esconder el dolor que lo causó el levantarse y empezar a caminar.

El bosque era bastante denso, lo cual nos ayudaba mantenernos ocultos mientras caminábamos cada vez más lento por culpa de sus heridas. No le dije nada y simplemente aminoré el paso para no hacerle sentir mal. Suficiente calvario había sufrido para tener que más encima ser víctima de mi obsesión por llegar lo más rápido posible al auto. Además, no habíamos tenido el menor indicio de que nos estuvieran siguiendo, pero no estaría tranquilo hasta haber encendido el auto y estar en dirección a casa.

Habían pasado unos veinte minutos desde que reanudáramos la marcha y cada vez había menos espacio entre los árboles, lo que indicaba que estábamos próximos a abandonar el bosque. Nos iba quedando poca luz, pero ya empezaba a reconocer el terreno, y no debía quedar mucho para salir al camino principal y de ahí solo unos cuantos metros hasta el auto.

-Ya queda poco. –le dije intentando sonreír. –Ya reconozco el camino y no queda mucho para salir del bosque y llegar al camino principal. Y así fue, bastó con caminar unos cuantos metros más para salir al camino, y a lo lejos poder ver mi auto. Ella sonrió al ver que al fin había algo de esperanza para ella y que podría dejar atrás todo lo malo que le había pasado.

Ella no se dio cuenta, pero había comenzado a acelerar el paso, intentando llegar lo más rápido posible a lo que ella veía como su salvación. La seguí deprisa, pero sin dejar de mirar a todos lados, ya que no contábamos con la protección que ofrecía el bosque, y si alguien nos había estado siguiendo, ahora podía vernos sin problema y no dudaría en aprovechar esta situación, pero para mi sorpresa nada de eso pasó. Llegamos al auto sin divisar a nadie en los alrededores.

–Estamos a salvo. –dijo ella mirándome como lo haría una niña pequeña a su padre. La felicidad en su rostro era desbordante, y la verdad era como si todo su cuerpo irradiara felicidad, tanto así que parecía que la oscuridad que nos rodeaba desaparecía y solo quedaba luz a nuestro alrededor. Era una sensación muy extraña, como que de un momento a otro sentí paz y tranquilidad. Tanto así que llegué a despreocuparme completamente de nuestros supuestos perseguidores, algo que en completo poder de mis sentidos no habría hecho, ya que el entrenamiento en la academia de policía y los constantes consejos de mi padre y hermanos sobre que uno nunca debe bajar la guardia, no importa cuán seguro uno se sintiera lo permitirían.

-Déjame ayudarte a subir al auto, bastante esfuerzo has hecho para llegar hasta aquí. –Me acerqué por su lado del auto y le ayude a abrir la puerta y a subirse en el, ya que se notaba bastante exhausta. Cuando estuvo totalmente sentada en el asiento del copiloto cerré la puerta y comencé a caminar hacia el lado del conductor, pero a la altura del maletero sentí un ruido extraño, como si se tratara de una risa, pero era muy vaga y a penas se oía.

Miré en todas las direcciones, pero no logré ver nada. Todo estaba tal cual como lo habíamos visto al llegar al auto, lo único distinto era ese sonido parecido a una risa. Le saqué el seguro a la funda de mi arma y la cogí lentamente. Volví a mirar en varias direcciones, pero no había nada. Debía ser el cansancio y los nervios los que me estaban pasando una mala jugada, por lo que me dirigí hacia la puerta del conductor, pero sin guardar mi arma. Había aprendido hace tiempo a siempre esperar lo peor y que uno nunca sabe cuando algo malo puede pasar.

Al llegar a la puerta del auto volví a revisar el perímetro, pero no había nada. –¿Qué pasa? –me preguntó inquietándose un poco por mi demora. –Creí escuchar algo –le respondí guardando mi pistola-, pero no he visto nada –agregué mostrándole una sonrisa-, deben ser mis ner… -pero antes de que pudiese terminar la frase, sentí un golpe seco en mi espalda que me hizo perder el equilibrio, por lo que caí de rodillas y me golpeé la cabeza con la puerta del auto y mi visión se fue a negro.

Volví a abrir los ojos y me di cuenta que aún estaba en el suelo y que había perdido el conocimiento por un par de segundos. Busqué rápidamente mi pistola, pero mi funda estaba vacía. Me giré hacia el otro lado y la pude ver tirada en el suelo a pocos metros del auto, y un poco más lejos a un hombre que estaba parado con los brazos cruzados y una sonrisa en la cara. Estaba mirando en mi dirección como esperando a que yo hiciera algo. Buscaba mis ojos con los suyos, como para tratar de adivinar cuál sería mi próximo movimiento, pero mi única preocupación en ese instante era saber si ella se encontraba bien dentro del auto. Miré por debajo de este y vi que al otro lado, por la puerta del copiloto, habían unos píes que deberían ser de otro hombre; fue entonces como escuche que éste estaba forcejeando la puerta para tratar de abrirla. Esto me dejaba un poco más tranquilo, ya que significaba que ella se había encerrado en el auto.

El tipo que estaba parado mirándome no hacía ningún tipo de movimiento, probablemente debido a que no me consideraba una amenaza estando tirado en el suelo, y en especial después del golpe que me di en la cabeza. Miré lentamente hacia mi tobillo, donde tenía mi arma de repuesto, luego esperé a que el tipo dejara de mirarme, aunque fuese por un segundo y así poder sacar el arma y usarla. Para mi suerte no tardó mucho en perder el interés en mí, ya que su compañero estaba teniendo problemas para abrir la puerta del auto y sacarla de este. Al ver la frustración de su compañero, él se acercó al auto sin mirarme, y fue entonces cuando haciendo un movimiento rápido, con mi brazo derecho, cogí el arma que tenía en mi tobillo y le descargué dos disparos en el pecho, lo que hizo que callera al suelo de espalda. Ante esto, el tipo que estaba tratando de abrir el auto se quedó mirando a su compañero tendido en el suelo, por lo que aproveché la oportunidad para disparar contra él también.

Descargué las cuatro balas restantes de mi revólver, impactando solo una de ellas en uno de sus brazos, ante lo cual cayó al suelo retorciéndose de dolor. Arrojé el revólver al suelo y corrí a recoger mi otra arma que estaba en el suelo y que tenía más balas. Mientras tanto, ella estaba inmóvil dentro del auto, con las rodillas llevadas al pecho y abrazándose las piernas con ambos brazos. Lagrimas corrían por sus mejillas, y se le podía ver como recitaba algo, ya que apenas movía los labios, pero no hacía sonido alguno.

Recogí mi arma del suelo y comprobé que tuviese una bala en la recámara, y luego caminé apuntando hacia el lado del copiloto del auto. Al llegar, quedé atónito al ver que él ya no estaba ahí, de hecho no se encontraba por ninguna parte. Rápidamente me giré para ver si el cuerpo del otro tipo seguía en el suelo, y nuevamente me llevé una sorpresa al ver que tampoco estaba. Era como si por arte de magia se hubiese levantado y desaparecido.

–No puede ser. –me dije a mi mismo mientras buscaba algún rastro que me señalase hacia donde se habían ido. No encontré nada, era como si se hubiesen esfumado. Decidí que era mejor aprovechar esta oportunidad para subir al auto e irnos de este lugar. Me acerqué a la ventana del piloto y le di unos golpecitos con la mano al vidrio para llamar la atención de ella. Al ver que era yo, se apresuró a sacarle el pestillo y dejarme entrar.

-¿Estás bien? –le pregunté mientras me acomodaba en el asiento del auto. Ella no me respondió, solo se limitó a quedarse mirándome fijamente, como si hubiese algo malo en mi rostro. -¿Pasa algo? –volví a preguntarle, pero nuevamente no me respondió, pero si me hizo un gesto con el dedo, de que algo tenía en mi frente. Lentamente llevé la mano hacia la frente, solo para darme cuenta de que el golpe que me había dado en la puerta del auto me había producido un corte y que sangre estaba brotando de el. Me limpié la sangre con la manga de la camisa y prendí el automóvil. Di un giro rápido para tomar el camino que debíamos seguir para salir de donde estábamos y dar con la carretera.

-Ya estamos a salvo. –le dije mientras fijaba mis ojos en ella. No hubo respuesta alguna de ella. Parecía como si estuviese en trance o algo parecido. Mantenía sus ojos clavados en el camino y no hacía el menor gesto de prestarme atención, y se podía ver que seguía recitando algo, pero sin hacer sonido alguno.

–No hay nada de preocupa… -pero antes de que pudiese terminar la frase ella me interrumpió. -¡Cuidaaaadooooo! –grito ella mientras se tapaba los ojos y hundía la cabeza entre las piernas. Rápidamente volví mi rostro hacia el camino para ver que los dos tipos se encontraban parados en la mitad del camino bloqueándonos el paso. No lo pensé dos veces y apreté el acelerador del auto a fondo y afirmé el volante del auto y los atropellé a los dos. Pude sentir como rodaban por encima del techo del auto tras recibir el impacto, que a cualquier persona normal hubiese hecho papilla, pero mientras miraba por el espejo retrovisor pude ver que ellos cayeron de píe en el suelo, como si no hubiese pasado nada.

-No puede ser. –dije en voz alta mientras seguía mirando por el espejo retrovisor y veía como nos alejábamos de ellos. –Deberían estar muertos. –agregué intentando buscar una explicación a lo que había pasado, pero nada de lo que pensaba podía explicar cómo alguien podía sobrevivir a un par de disparos en el pecho y luego ser atropellado y quedar sin ningún rasguño.

-¿Qué está pasando aquí? –le pregunté con tono poco amistoso, pero no hubo respuesta de su parte. -¿Quiénes son esos hombre y por qué te están siguiendo? –volví a preguntar, esta vez con tono más fuerte, pero nuevamente no conseguí una respuesta de ella, lo que me estaba comenzando a sacar de quicio, pero antes de que pudiera volver a preguntar ella me interrumpió. –Lo siento mucho. –me dijo mientras lagrimas le caían de los ojos. –No sé quiénes son y qué es lo que buscan, lo único que sé es que quieren hacerme daño. –agregó y luego se quedó en silencio y no volvió a decir nada más. -No te preocupes, yo no dejaré que te hagan daño, no al menos mientras yo pueda evitarlo. –le respondí con más calma, y ella me dio una sonrisa para luego quedarse dormida.

Debo haber conducido por al menos dos horas y medias, durante las cuales ella durmió profundamente, y la herida que tenía en mi cabeza había estado sangrando sin detenerse, lo que hacía más difícil poder concentrarme en el camino. De la nada, una sensación de sueño comenzó a invadirme, la cual se iba expandiendo poco a poco por mi cuerpo. –Debe ser la pérdida de sangre. –me dije a mí mismo redoblando mis esfuerzos por no dormirme, pero era en vano. Cada segundo que pasaba me costaba más y más mantener los ojos abiertos, y los brazos me pesaban un montón. –Esto es. –pensé. –Hasta aquí llegaste. –pero antes de que me rindiera y me dejase llevar por las ganas de cerrar los ojos, vi como un letrero aparecía en el horizonte conforme salíamos de la curva del camino. Era un motel. Pisé el acelerador y conduje lo más rápido que pude, pero la falta de motricidad hizo que realizase unas maniobras un tanto bruscas al entrar en el estacionamiento, con lo cual ella se despertó. -¿Dónde estamos? –me preguntó mientras bostezaba. No le respondí y me concentré en aparcar el auto en el rincón más oscuro que encontré. Apagué el motor del auto y antes de perder el conocimiento la mire a ella y le dije sonriendo -Estamos a salvo.