Sonó el despertador a las 6 am, y al abrir los ojos no reconocí la habitación en que estaba. Al principio no podía ver mucho, estaba muy oscuro y le tomó un par de minutos a mis ojos acostumbrarse a la poca luz. Una vez que pude ver más, me di cuenta de era un cuarto de un hotel. ¿Cuál? No tenía la menor idea. A mi lado había una mujer. Estaba desnuda y parcialmente cubierta por las sabanas. No sabía quien era. ¿Qué estaba pasando? y más importante ¿Quién era yo? No recordaba nada.
Me levanté despacio. No quería despertarla. Tenía que descubrir algo, sobre mi y sobre dónde estábamos, antes de encararla. Ella podía ser mi esposa, una novia, cualquier cosa. No quería problemas. A lo menos por ahora.
Me moví despacio por la habitación tratando de hacer poco ruido. Pero era difícil caminar, había ropa tirada por todas partes. Cogí unos pantalones que había en el suelo y me los puse. Al parecer algo loco pasó anoche entre ella y yo. ¿Pero quién era? ¿Por qué no me acuerdo de nada?
Con un poco de esfuerzo llegué al baño. Cerré la puerta con cuidado y prendí la luz. Ahí estaba yo, parado frente al espejo sin poder reconocerme. Pasé varios minutos mirándome al espejo, como esperando a que de pronto todo volviese a mi. Nada pasó.
Me lavé la cara con agua fría y salí del baño. Al abrir la puerta volví a verla. Aún dormía. Se notaba relajada. Era bella. Tenía su cabello rubio suelto. Su cuerpo era hermoso, casi perfecto. ¿Quién era ella?
Me moví despacio hacia la cama y me senté en el lado derecho cerca del velador. Habían varias cosas sobre él. Una billetera, un paquete de cigarrillos, un caja de fósforos del hotel y una copa de champagne semi vacía. Tomé los fósforos, la etiqueta decía "Hotel Continental". Los dejé rápidamente y luego cogí la billetera y la abrí. Era mía. Tenía mi carné de identidad, mi licencia de conducir, tarjetas de crédito, chequera, algo de dinero en efectivo, estaba todo ahí. Un poco nervioso saqué de ella el carné de identidad. Al parecer mi nombre era Alexis Terjov y tenía 31 años. Por lo menos ahora sabía mi nombre, pero no había descubierto nada sobre todo los demás, en especial sobre quién es la mujer que está durmiendo a mi lado, y qué hacemos en este hotel.
Dejé la billetera sobre el velador y tomé los cigarrillos y los fósforos, por lo menos recordaba que me gustaba fumar, y con ellos salí a la terraza de la habitación. Estaba fresco y corría una brisa de vez en cuando. Prendí un cigarrillo y me puse a mirar hacia los alrededores buscando algo familiar que me ayudase a recordar. Mientras veía los edificios y como comenzaban a apagarse las luces de la calle a medida que iba saliendo el sol me repetía una y otra vez la misma pregunta ¿Qué ciudad es esta? ¿Dónde estoy? No sabía donde estaba y nada de lo que veía mee era familiar.
Me levanté despacio. No quería despertarla. Tenía que descubrir algo, sobre mi y sobre dónde estábamos, antes de encararla. Ella podía ser mi esposa, una novia, cualquier cosa. No quería problemas. A lo menos por ahora.
Me moví despacio por la habitación tratando de hacer poco ruido. Pero era difícil caminar, había ropa tirada por todas partes. Cogí unos pantalones que había en el suelo y me los puse. Al parecer algo loco pasó anoche entre ella y yo. ¿Pero quién era? ¿Por qué no me acuerdo de nada?
Con un poco de esfuerzo llegué al baño. Cerré la puerta con cuidado y prendí la luz. Ahí estaba yo, parado frente al espejo sin poder reconocerme. Pasé varios minutos mirándome al espejo, como esperando a que de pronto todo volviese a mi. Nada pasó.
Me lavé la cara con agua fría y salí del baño. Al abrir la puerta volví a verla. Aún dormía. Se notaba relajada. Era bella. Tenía su cabello rubio suelto. Su cuerpo era hermoso, casi perfecto. ¿Quién era ella?
Me moví despacio hacia la cama y me senté en el lado derecho cerca del velador. Habían varias cosas sobre él. Una billetera, un paquete de cigarrillos, un caja de fósforos del hotel y una copa de champagne semi vacía. Tomé los fósforos, la etiqueta decía "Hotel Continental". Los dejé rápidamente y luego cogí la billetera y la abrí. Era mía. Tenía mi carné de identidad, mi licencia de conducir, tarjetas de crédito, chequera, algo de dinero en efectivo, estaba todo ahí. Un poco nervioso saqué de ella el carné de identidad. Al parecer mi nombre era Alexis Terjov y tenía 31 años. Por lo menos ahora sabía mi nombre, pero no había descubierto nada sobre todo los demás, en especial sobre quién es la mujer que está durmiendo a mi lado, y qué hacemos en este hotel.
Dejé la billetera sobre el velador y tomé los cigarrillos y los fósforos, por lo menos recordaba que me gustaba fumar, y con ellos salí a la terraza de la habitación. Estaba fresco y corría una brisa de vez en cuando. Prendí un cigarrillo y me puse a mirar hacia los alrededores buscando algo familiar que me ayudase a recordar. Mientras veía los edificios y como comenzaban a apagarse las luces de la calle a medida que iba saliendo el sol me repetía una y otra vez la misma pregunta ¿Qué ciudad es esta? ¿Dónde estoy? No sabía donde estaba y nada de lo que veía mee era familiar.
Mi cigarrillo ya se había consumido y aún sentía la necesidad de seguir fumando, por lo que tomé otro y lo encendí y le dí una gran bocanada. Mientras botaba el humo sentí como se habría la ventana que daba a la habitación. Rápidamente, y medio nervioso, me voltie para ver quién era. Allí, en el marco de la ventana apoyada sobre su hombro derecho, estaba ella. Se había puesto una camisa grande, debía ser mía. No sabía que decirle. No recordaba su nombre, ni quién era, ni que hacíamos aquí los dos.
Al principio solo nos miramos. Yo trataba de no mostrarme muy sorprendido, pero era difícil. Ella era realmente hermosa. Me costaba no mirarla fijamente. Por su parte, ella jugaba con los botones de la camisa que llevaba puesta. Los abrochaba y desabrochaba, como insinuándome algo. Al final fue ella quien rompió el silencio. -Hola guapo, ¿me extrañaste?- dijo sonriendo. No le contesté. No sabía que responder, solo me limité a darle una bocanada al cigarrillo. -No te me hagas el tímido ahora. Anoche no lo fuiste- me dijo mientras se caminaba hacia donde estaba parado. Cuando estuvo a mi lado tomó mi cigarrillo y lo arrojó por el balcón. Y luego de eso me abrazó por la cintura y comenzó a besarme. No me resistí. Por Dios que besaba bien.
Tras dejarme medio atontado por el beso, me tomó por el brazo y me llevó al cuarto. Una vez dentro me empujó sobre la cama y se subió arriba mio diciendome -Espero que hayas guardado algo de la fuerza que tenías anoche- No le respondí. Cuando comenzó a desabotonarse la camisa fue cuando me pareció ver un reflejo en el edificio de al frente. Al principio no pude ver bien que era, ya que ella no dejaba de besarme, pero tras esforzarme un poco más lo vi. Era una persona con rifle de francotirador apuntando justo a donde estábamos nosotros, y justo antes de que este disparara logré hacernos rodar a ella y a mi a un costado de la cama. Y antes de que pudiésemos levantarnos el asesino comenzó a disparar varios tiros hacia el cuarto, pero para suerte nuestra la cama nos protegía de ellos.
-¿Qué rayos está pasando?- me preguntó ella muy asustada.
-No tengo la menor idea- le respondí evitando que ella se levantara.
-¿Cómo que no tienes idea?
-No la tengo, la verdad no tengo idea de todo lo que esta pasando hoy.
-¿A que te refieres?
-Como escuchaste. Me desperté hoy sin saber quien soy, ni que hago aquí. Tampoco recuerdo tu nombre y que relación tenemos los dos.
Ella no dijo nada más. Se había puesto a llorar. Yo me sentía como un bastardo porque si no hubiese sido por el francotirador estaríamos teniendo sexo. Pero ahora no había tiempo para más explicaciones. Teníamos que salir del cuarto. Recogí las ropas que estaban cerca nuestro y las arrojé hacia el baño, tomé la mano de ella y hice que me siguiera gateando hacia el. Una vez dentro nos pusimos de pie y antes de que pudiese decir algo, ella me dio una bofetada. Me la merecía. Pero cuando trató de darme otra le detuve el brazo y le dije -Se que piensas que soy un bastardo, pero no hay tiempo para esto, tenemos que salir de aquí. Nos miramos un momento y luego ella sacudió su brazo y yo se lo solté. Cogimos las ropas que había tirado y nos las pusimos. Cuando estuvimos vestidos nos acercamos a la puerta del baño. No se oían más disparos. -Tenemos que movernos rápidamente hacia la puerta del cuarto y salir- le dije muy serio. -Lo se, no podemos darle oportunidad de apuntar- me respondió. Contamos hasta tres y abrimos la puerta, y velozmente, como si esto lo hubiéremos hecho muchas veces, nos movilizamos hacia la otra puerta. Logramos esquivar un par de disparos más y salimos del cuarto. Por ahora estábamos a salvo, o por lo menos eso quise creer.
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