Sabía lo que tenía que hacer. Lo venía planeando desde la primera vez. No podía dejar que siguiera saliéndose con la suya. Nunca más lo dejaría hacérmelo. Sabía lo que tenía que hacer, pero por alguna razón no podía hacerlo.
El cuarto estaba oscuro. Le gustaba así. Nadie podía vernos si todo estaba oscuro. El maldito no me dejaba salir. Decía que el exterior me corrompería y que solo él podía protegerme. Lo odio.
El volvía usualmente a las 7 a la casa. Mis hermanos pequeños estaban acostados para cuando el llegaba. Gracias a Dios aún eran muy chicos para que les hiciera lo mismo. No lo dejaría, primero debería matarme.
El día de hoy, él había avisado que llegaría más tarde. Tenía una cita me dijo.No importaba, me daba más tiempo para prepararme. Sabía lo que tenía que hacer, era hoy o nunca. De igual manera seguí con el plan. Les serví la comida a mis hermanos a la misma hora. No quería que se dieran cuenta de nada. Luego de cenar vimos televisión un rato, y luego hice que se acostaran.
Esperé a que se durmieran y fui al comedor. Tenía que repasar el plan una vez más. Era simple. El cuchillo ya estaba bajo mi almohada. Lo usaría cuando el no estuviese prestando atención a lo que yo haga, debido a que él estaría haciéndomelo. El plan era simple, ahora solo debía esperar.
Mientras esperaba en el comedor me repetía una y otra vez el plan. No quería que me surgieran dudas. Tenía que hacerlo. Las horas pasaban y el no llegaba. ¿Me había descubierto? me preguntaba una y otra vez. Imposible. Nunca hablé de esto en voz alta. No tenía como enterarse. ¿Por qué no llega? Lo odio.
Eran más de la 1:15 am y el aún no llegaba. De repente sonó el teléfono. Corrí a contestarlo. Era una mujer la que llamaba. Era la cita de él. No podía creer lo que me estaba diciendo. Ella cortó y yo seguía colgada al teléfono. No podía creerlo. Estaba muerto. Atropellado cuando cruzaban a buscar el auto, me dijo ella. Ya no estaba. No volvería a casa. Maldito. Me habían quitado mi venganza. Tenía que ser yo. Ahora nunca podré sacármelo de encima. Lo odio.
No había nada que hacer. Él no volvería a casa. Ahora nunca podría vengarme. Las pesadillas nunca se irían. No podía vivir así. No con él en mis sueños. Fui a mi cuarto y tomé el cuchillo que había puesto bajo la almohada y me lo clave en el corazón. Caí de inmediato al suelo pensando que tendría que haber sido su corazón. Lo odio.
El cuarto estaba oscuro. Le gustaba así. Nadie podía vernos si todo estaba oscuro. El maldito no me dejaba salir. Decía que el exterior me corrompería y que solo él podía protegerme. Lo odio.
El volvía usualmente a las 7 a la casa. Mis hermanos pequeños estaban acostados para cuando el llegaba. Gracias a Dios aún eran muy chicos para que les hiciera lo mismo. No lo dejaría, primero debería matarme.
El día de hoy, él había avisado que llegaría más tarde. Tenía una cita me dijo.No importaba, me daba más tiempo para prepararme. Sabía lo que tenía que hacer, era hoy o nunca. De igual manera seguí con el plan. Les serví la comida a mis hermanos a la misma hora. No quería que se dieran cuenta de nada. Luego de cenar vimos televisión un rato, y luego hice que se acostaran.
Esperé a que se durmieran y fui al comedor. Tenía que repasar el plan una vez más. Era simple. El cuchillo ya estaba bajo mi almohada. Lo usaría cuando el no estuviese prestando atención a lo que yo haga, debido a que él estaría haciéndomelo. El plan era simple, ahora solo debía esperar.
Mientras esperaba en el comedor me repetía una y otra vez el plan. No quería que me surgieran dudas. Tenía que hacerlo. Las horas pasaban y el no llegaba. ¿Me había descubierto? me preguntaba una y otra vez. Imposible. Nunca hablé de esto en voz alta. No tenía como enterarse. ¿Por qué no llega? Lo odio.
Eran más de la 1:15 am y el aún no llegaba. De repente sonó el teléfono. Corrí a contestarlo. Era una mujer la que llamaba. Era la cita de él. No podía creer lo que me estaba diciendo. Ella cortó y yo seguía colgada al teléfono. No podía creerlo. Estaba muerto. Atropellado cuando cruzaban a buscar el auto, me dijo ella. Ya no estaba. No volvería a casa. Maldito. Me habían quitado mi venganza. Tenía que ser yo. Ahora nunca podré sacármelo de encima. Lo odio.
No había nada que hacer. Él no volvería a casa. Ahora nunca podría vengarme. Las pesadillas nunca se irían. No podía vivir así. No con él en mis sueños. Fui a mi cuarto y tomé el cuchillo que había puesto bajo la almohada y me lo clave en el corazón. Caí de inmediato al suelo pensando que tendría que haber sido su corazón. Lo odio.
1 comentario:
Excelente, José. Comenzó muy parecido a aquel micro cuento que escribí hace unos años, pero a la mitad cambió totalmente. Muy buen cuento.
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